La vida que tendrás
Dejarás atrás tu antigua vida. Entrarás por la puerta principal a paso firme y decidido.
Te abstraerás de comunicarte con el mundo exterior al convento.
Vestirás tu hábito de color marrón diariamente.
Ayunarás para purificar tu alma.
Te sentarás en la primera hilera de asientos, justo frente al altar.
No emitirás palabra alguna, no harás ningún movimiento brusco.
Harás lo que sea necesario para complacer a tus superiores.
No dudarás ni titubearás cuando se te encomiende una tarea.
Leerás todos nuestros libros y escrituras sin cuestionarlas.
Observarás la realización de las celebraciones y participarás de ellas activamente.
No volverás a encontrarte con tus amigos, mucho menos irás a tomar cervezas con ellos.
Nunca podrás decirle a ésa persona lo que sentías (y aún sentís).
No podrás tomar mate con tu abuela ni tampoco degustar sus bizcochos.
Ya no podrás usar esa vieja campera de cuero negro que te gusta tanto desde siempre.
Tampoco podrás realizar tu sueño -oculto- de ser bailarín.
Olvidarás que esta no es -y nunca será- la vida que querés. Pero es la vida que tendrás.
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