11/11/2020
“Profundo como el océano”,
Sobre “La arquitectura del océano” de Inés Garland.
Por Agustina Piazza para Taller de Expresión I.
“La arquitectura del océano”, Editorial Alfaguara, año 2014.
Inés Garland tenía 37 años cuando comenzó a mostrar sus escritos al resto del mundo. Para nada busco cuestionar por qué esta autora tardó tanto en mostrar sus grandes trabajos a los lectores: por el contrario, festejo que haya tenido la valentía de exponerlos. La escritura es ese lugar en el que plasmamos nuestros más profundos sentimientos, sensaciones, memorias. Donde dejamos volar nuestra imaginación y nos permitimos ser quienes queremos ser. Mostrarnos tan vulnerables jamás será una tarea sencilla, y si lo fuera, quizás no se trataría de obras tan profundas e introspectivas como las que Garland nos muestra.
“La arquitectura del océano” nos adentra un poco en esa profundidad (quizás, equiparable con la del mismo océano). El mar es misterioso, hondo, desconocido y está lleno de peligros, aventuras, temores: un poco como la vida misma. La autora nos presenta una antología que sobrevuela temáticas “comunes” pero con un giro fresco y para nada forzado. Esta es una de las características que permiten que cualquiera que lea estas historias pueda sentirse identificado con más de una: ese es el efecto que producen las temáticas cotidianas que la autora nos propone.
El ritmo de la narración no se ve interrumpido casi en ningún momento. Garland economiza de forma acertada las palabras que utiliza, y logra una lectura amena, llevadera. Son cuentos relatados con una fluidez y sencillez que atrapan hasta al más reacio de los lectores. Garland hace que sus personajes hagan mientras que ella narra lo que hacen.
Los cuentos que componen esta antología tienen varios componentes en común, propios de las narraciones de Inés Garland: el protagonismo indudable de la mujer, los secretos (algunos más “inocentes”, otros más severos), los problemas intrafamiliares (muchas veces derivados de los mismos secretos), los viajes vacacionales, los prejuicios, la soledad, la melancolía, los tabúes.
¿Qué más puedo contar de estos relatos sin arruinarle al lector la experiencia de sumergirse en las profundas aguas que contienen sus páginas? En primer lugar, se topará con una variedad de cuentos que giran en torno a protagonistas que, como ya comenté, son mujeres, muchas de ellas empoderadas o en camino a serlo (algunas desde un inicio, otras cuando llega el punto final). Por otro lado, los conflictos contenidos en estas historias nos hacen romper con el estereotipo de “familia perfecta” que tantos otros escritores nos han querido hacer creer por la fuerza. En otras palabras, las que presenta Garland son familias que, tranquilamente, podrían ser la de cualquiera de nosotros: no hay falsos Ingalls.
La autora también nos habla sobre temáticas como la sexualidad, los conflictos y los tabúes vinculados a esta en varios de sus relatos, especialmente en “La perra de tres dientes”, “El rayo verde” y “Oscar”.
El amor es otro tópico que Garland no deja atrás en casi ninguno de estos escritos. “El rayo verde”, “Nada que hacer” y “El último muelle” nos plantean distintos tipos de amores: prohibidos, incorrectos, mal vistos, fraternales, lejanos y dolorosos.
Sin lugar a dudas, “La arquitectura del océano” me pareció un libro armonioso, sumamente legible y atrapante. Pocos libros pueden contener estas tres características simultáneamente, y por eso festejo que, a sus 37 años, Inés Garland se animara a saltar al mar y nos invitara a seguirla.
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