Silencio
Nicholas Von Braun era considerado un "aventurero moderno". Como un Indiana Jones con smartphone y conexión a Internet.
En sus múltiples redes sociales subía vídeos de sus expediciones al interior de casas que solían considerarse "embrujadas", y desmitificaba los rumores, demostrando que existían explicaciones lógicas para los mismos.
A principios de marzo, Nicholas recibió un mensaje de un seguidor, que le contaba de una vieja casa en las afueras de Celle, en Alemania. La misma había sido habitada por un anciano hasta hacía algún tiempo cuando, según rumores, lo habían enviado a vivir en un geriátrico, y poco se sabía de él desde entonces.
"A veces se escuchan puertas que golpean y el crujido de los pisos de madera" comentó el seguidor en su mensaje.
Nicholas preparó sus equipos de filmación y, durante la mañana siguiente, emprendió el viaje de varias horas que lo llevaría hacia aquél pueblo.
Llegó durante la noche, cuando el cielo estaba totalmente oscuro.
Siguió las indicaciones de su contacto, que lo guiaron hacia una zona bastante inhóspita, donde el único ruido que se oía era el de las hojas de los árboles que se agitaban a causa del viento.
La gran casa en cuestión se hallaba al final de un camino empedrado. Estaba bastante deteriorada: las tejas habían cedido en una parte del techo, las ventanas tenían enredaderas que las cubrían y la pintura se había caído en gran parte de las paredes exteriores, dejando al descubierto los ladrillos.
Nicholas comenzó la filmación de la fachada de la casa, para luego comenzar a adentrarse en la misma. La puerta abrió fácilmente con ayuda de una barreta, y al abrirla una gran cantidad de insectos salieron por debajo de ella.
La casa debió haber sido muy bella en otra época, aun quedaban vestigios de una decoración elegante y costosa. Al entrar había un gran salón comedor sobre el cual colgaba una araña de color bronce. O quizás era el óxido. Los muebles estaban cubiertos por una gruesa capa de polvo, los pisos estaban agrietados y sucios.
La habitación contigua era una biblioteca con grandes ventanales que se hallaban tapados con maderas y cuyas cortinas estaba roídas y decoloradas. No había rastros de aquellos ruidos aterradores de los que hablaba su contacto; al contrario, el silencio era profundo.
En el centro de la habitación había un escritorio, y fue entonces cuando la cámara de Nicholas cayó al suelo de forma abrupta.
En el escritorio, sentado en una gran silla de terciopelo rojo, había un cuerpo en avanzado estado de descomposición.
Nicholas retrocedió unos cuantos pasos, horrorizado. Dudó unos segundos, pero luego se acercó lentamente hacia el escritorio. El cuerpo debía llevar allí por lo menos un año, quizás más. Jamás había visto algo igual.
Junto al cuerpo, una bolsa llamo su atención: estaba bastante llena y entreabierta, y se podía ver una gran cantidad de billetes y joyas.
Nicholas pensó que, a lo mejor, nadie sabría que el anciano había muerto en su casa y mucho menos que había dejado esa cantidad de dinero a simple vista. Intentando no tocar el cadáver, tomó la bolsa y luego buscó su cámara que aún yacía en el suelo. Respiró profundamente, y salió de allí.
Llegó a su casa durante la tarde del día siguiente y se dedicó a contar la inmensa cantidad de dinero que había en aquella bolsa. Decidió eliminar todo registro de su presencia en la casa, comenzando por los mensajes de su contacto.
Fue cuando ya había caído la noche que comenzó a escucharlo: ruidos de procedencia desconocida comenzaron a resonar en su pequeño apartamento. Primero pensó que era el viento, o alguna cañería rota. No les prestó atención hasta que, durante la madrugada, cuando dormía, comenzó a sentir un frío espantoso, que congeló su habitación.
Se levantó atemorizado, e intentó prender la luz, pero no prendía.
Alumbró la habitación con la linterna de su celular, y creyó ver una sombra en una de las esquinas de su cama, lo que hizo que su respiración se acelere y sus pulsaciones aumentaran.
Escuchó ruidos en el corredor. Oía las hojas de los árboles moviéndose cada vez mas fuertemente, cada vez mas parecido a como lo hacían en aquel camino empedrado.
Temió lo peor: ¿acaso los cuentos de terror que se había encargado de desmitificar durante tanto tiempo eran ciertos? ¿Acaso haber robado ese botín había sido una mala idea? ¿Había perturbado a un espíritu que ahora querría lo suyo?
La noche era eterna. El reloj no avanzaba y cada ruido, cada movimiento, cada suspiro era un posible peligro.
De pronto, silencio. Un silencio profundo y aterrador.
Y unas horas después, la mañana.
Cuando la policía llegó, el cuerpo de Nicholas Von Braun colgaba del techo de la habitación principal. No había cartas, no había explicaciones. Solo silencio.
-Durante la noche hubo un corte de luz en toda la manzana -comentó uno de los inquilinos a la policía -No escuché a nadie entrar ni salir de su apartamento, sólo oí los fuertes ruidos de la ventisca y las viejas cañerías que fallan constantemente -agregó -Lo habitual.
Los oficiales revisaron el sitio y constataron que se trataba de un suicidio. No hallaron ningún rasgo que indicara lo contrario: ni puertas forzadas, ni golpes, ni tampoco una misteriosa bolsa con dinero y joyas.
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