viernes, 10 de julio de 2020

Traful Nehuén

Consigna: tomar la historia oral y contarla "desordenada": usar 2 flashbacks (retrospecciones) +  2 anticipaciones (prolepsis)  + 1 pausa  y 1 elipsis. Con respecto a la enunciación, elegir por lo menos 3 narradores distintos para contar el cuento.
Tomar como modelo o inspiración el cuento de Auster, es decir: contar un cuento o relato adentro de otro (puede ser más de uno, adentro de otro marco). Esta la opción que distingan los narradores o focalizadores (un narrador principal, de la historia narco y otro de la/s interior/es) o que le cuente un mismo narrador.


Traful Nehuén

-No, grabarme no, hijita -me dijo mi abuelo, Carlos, cuando le pregunté si podía prestarme su voz y sus historias para un trabajo de la facultad. Me lo dijo desde atrás de la reja de su casa, sosteniéndola con fuerza, como lo hace diariamente cuando sale a charlar conmigo. Mientras habla se lleva la mano al largo cabello de color gris oscuro en varias oportunidades -Si querés puedo escribirlas, eso no me molesta, pero que me graben me da cosa, ¿viste?
Lo entendí perfectamente. Yo también tiendo a refugiarme en la escritura y a evadir la palabra hablada.
Fue entonces como, semanalmente, comencé a recibir cartas escritas a puño y letra por mi abuelo.

Esta es la primera de ellas.


“…Yo no sabía entonces que la muerte de mi suegro desembocaría en mucho más que un funeral y un tiempo de duelo.

Al morir Don José, padre de mi esposa Josefina -o "Charo", para los allegados- la familia heredó el departamento del quinto piso que le había pertenecido a él.

Al mirar atrás, solo podía pensar en lo difíciles -aunque alegres y coloridos- que habían sido los años anteriores, en los que mi familia, compuesta por seis integrantes, había convivido en un departamento que contaba con una única habitación. El departamento del quinto, en cambio, tenía cuatro habitaciones y, además, contaba con un acceso al sexto piso, donde había otros dos cuartos. Mi esposa y yo, junto con tres de nuestros hijos, nos establecimos en el quinto piso. El mayor de mis hijos varones, Charlie, en cambio, decidió mudarse al sexto piso, solo

Tantos años de convivencia en tan pocos metros cuadrados nos habían convertido en una familia sumamente unida. Tanto que, cuando nos mudamos, yo comencé a sentir que una distancia se había comenzado a construir entre nosotros. En un principio fue algo sutil, nada tremendo, pero con el paso del tiempo comenzó a incrementarse.

Al poco tiempo de transcurrir estos sucesos, una oportunidad financiera permitió que comprara la que sería mi primera casa, ubicada en San Isidro, un barrio residencial en la Provincia de Buenos Aires. Esta flamante nueva casa, sin embargo, estuvo deshabitada durante varios meses, ya que toda la familia tenía su vida en Belgrano, y la mudanza resultaba un inconveniente.

Fui yo quien, en aquel verano, decidí mudarme.

Me mudé totalmente solo: la casa estaba desamueblada, y mi familia vivía aun en el departamento. Sentía que esta situación no hacía más que agravar nuestra distancia. La familia estaba cada día un poco más lejos.
Fue el menor de mis hijos, José, quien tomó la iniciativa de mudarse conmigo en aquel momento. Fue algo momentáneo, ya que solo vendría a pasar las vacaciones de verano junto a mí, pero fue suficiente para sentirme menos solo por un tiempo. 
Sin embargo, las vacaciones acabaron pronto, y José se fue.

Tiempo después, fue mi esposa quien decidió venir a vivir conmigo. Y detrás de ella vinieron tres de nuestros hijos. Charlie tardó un poco más que el resto, pero finalmente, decidió mudarse también.
Entonces, mi familia volvía a estar reunida. Y, en mi opinión, fueron los años más felices.

Nuestros hijos crecieron y lentamente volvieron a irse de casa, pero esta vez, todo se sentía mejor: se sentía correcto. Josefina y yo decidimos comenzar a viajar, y nuestro destino predilecto se volvió el sur argentino. Realizamos muchos viajes a la zona de los lagos, tierra donde ella había nacido. Charito era descendiente de mapuches, y a la vuelta de uno de nuestros viajes, tuvo la idea de que plasmáramos la unión y armonía que abundaba en nuestra familia en un cartel tallado en madera en el que pudiera leerse “Traful Nehuen”, que debía significar “unidad familiar” en lengua mapuche.

Muchas veces se nos diría que estaba mal escrito, o que no significaba exactamente eso. Nunca nos importó demasiado: para nosotros, simboliza eso…”

Terminé de leer la carta justo antes de recibir un mensaje de mi abuelo que, impaciente como siempre, quería saber mi veredicto sobre su narración.
Tomé mi celular y le respondí: "me encantó, sos un narrador muy habilidoso".

Acto seguido, prendí la computadora y me dispuse a empezar este trabajo.

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